viernes, 27 de abril de 2007

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A veces ves cómo es. O cómo podría llegar a ser. La cabeza revienta. Lo cubre todo. Los pedazos. Como una sandía cae desde muy alto. Como un melón. Con jamón.

Hoy sucedía en bici. Al subir a una acera, tropezaba, perdía el control, me desviaba, caía. En la misma dirección que la de ese coche que venía. Mi cabeza. Mi cabeza delante de la rueda. Esa rueda que llegaba justo en el momento en el que el cuerpo tocaba el suelo. El conductor no tenía tiempo de reaccionar. Ni yo podía hacer otra cosa que no fuera dejarme llevar. Por el peso. Por el cuerpo volando dirección asfalto. Y las noticias. Y el conductor asustado. Justificando. Se.

Pienso. En un gato. Qué listos, los gatos.

Caía. Todo explotaba. La lente que observaba se cubría de rojos. De gotas. Trozos. Una granada. Fruta. Morder y salpicar. Todo. Manchar la ropa, los dientes, las manos. Y cubrir todo. De rojos. Trocitos.

A veces ves cómo es y cómo no es. Caes en la cuenta al tiempo. Cuando te ves sobre la acera. Pedaleas. Alguna rueda llega. Otra se va. Y miras a los lados. Y ves que hay más. Más coches continuan zumbando. En tu oreja. Moscas en verano. Y el camino. Cuesta abajo.

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