viernes, 7 de septiembre de 2007

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Todo es silencio. Las estaciones. La gente. Coches circulan sin bip ni bop. Todo es susurro. Trenes en el recuerdo traquetean ruidosos. Grupos de chicos y chicas chillan y agitan nerviosos cuerpos, manos, pies y cabeza. Las bocas se mueven sin parar. Todo se convierte en ruido en este recuerdo olvidado que ahora hago imagen. Todo es grande allí. Desequilibrado en tiempo y lugar. Ahora lo veo. Ahora que me encuentro lejos. Grandes son las manos de los que trabajan. Allí. Dedos hinchados y deformes, tatuados con callos de diferentes colores. Como sus vidas. Vidas deformes. Hinchadas. Sus cuerpos. Duros. Cansados. De gritar para que alguien escuche. De caminar tres y cuatro veces el mismo camino. Sin conseguir cambiar nada. Salvo riquezas. Riquezas de otros. Igual de vacíos hoy y ayer. Y montañas. Pueblos rodeados de montes y grandes valles. Se hace difícil caminar. Allí. En el recuerdo. Oscuridad. Pensar con claridad. Sin embargo todo es luz en este lugar en el que ahora me encuentro. No existen enormes monstruos deformes que entorpezcan la vista. Ni el camino. Mis ojos miran un horizonte sin final y ven la luz, el cielo, el sol, las nubes. Allá. En un punto que nunca llega. Sueñan. Es posible soñar aquí.

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