domingo, 6 de mayo de 2007

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Del una y dos veces al mes se fueron de puntillas a un muy frecuentemente escrito a lápiz de punta fina. Borraron. Primero. Porque luego vino el una por semana y más tarde del después, al día. A veces. Sin contar fines de semana. De viernes a domingo lo que marcaban con aquellos dos trazos cruzados era el ocasionalmente. Asimétricos. Dos trazos cruzados asimétricos.

A ella le hacía gracia lo de rellenar casillas vacías con él, rodearse de dudas al intentar confirmar absolutos. Pero esto tampoco es tan importante, se decía. Le decía. Lo de las certezas y los datos reales. Al fin y al cabo las estadísticas no funcionan. Las conclusiones nunca concluyen, sólo sirven para encontrar nuevas casillas por cubrir. El sí nunca es un sí. Y el no ni a veces ni ocasionalmente.

Y así era divertido jugar. Dejándose llevar por los porcentajes, por los días sin nombre, subirse a las barras laterales que separaban cada par de cifras. Garabatos. Imprecisos. Escritos ahora a bolígrafo encima de un montón de folios. Que apoyaba en su otro brazo.

Siguiente hoja. Pregunta abierta. Qué sientes, le decía. ¿Siempre?, contestaba. ¿Ocasionalmente o del uno al cinco? ¿Todas? ¿Ninguna? No sé. Totalmente en desacuerdo

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